Suele decirse que cuando de verdad
aparecen los miedos infantiles es a partir de los 2 años, porque a esta edad
cobran protagonismo la fantasía y la imaginación de los pequeños. Esto no
quiere decir que los niños no tengan miedo antes. Con 1 año, la mayoría de sus
temores tienen que ver con el miedo a que los dejen solos, y por ello, hay que
darles mucha confianza, aunque existen algunos temores muy comunes en esta
edad.
- Algunos
muñecos pueden provocarles pánico
por su tamaño, por su expresión o por sus colores.
- A
muchos niños pequeños los payasos
les causan un terror incontrolado. Su maquillaje, sus movimientos,
sus voces, sus ropas y sus zapatones no siempre les divierten.
A esta edad todavía no tienen del todo
claro qué duele y qué no, ni saben muy bien qué es propiamente su cuerpo. Por
eso la tijera puede parecerles un arma
terrible y el proceso del corte una feroz amputación.
Y qué decir de máquinas y
electrodomésticos! La aspiradora, la batidora, la maquinilla de afeitar y otros
ruidosos artefactos son capaces de ponerles los pelos de punta.
El temor a
la separación es uno de los miedos más característicos de los niños de esta
edad. Cuando salgamos de
casa, debemos despedirnos del niño
aunque llore y le cueste. Así sabrá que puede confiar en nosotros y
tendrá la seguridad de saber cuándo estamos en casa y cuándo no. Si nos escapamos a escondidas se sentirá
engañado. Jugar al escondite
puede ser de gran ayuda, ya que le hace sentir que podemos quedar fuera
de su vista sin que por eso desaparezcamos del mapa. Es bueno que se acostumbre a entretenerse solo algunos ratos. Le
ayudará vernos aparecer de vez en cuando y oír nuestra voz desde otra
habitación. Si tiene la tranquilidad de que estamos cerca y siente que puede
contar con nosotros, pronto empezará a explorar el mundo por su cuenta.
El miedo a
los extraños es muy típico a esta edad,
esta reacción es algo natural y saludable. Hay que darles tiempo y dejar que se
acerquen ellos mismos poco a poco, sin forzar la situación. Las gafas, las
barbas, los bigotes, las voces fuertes o incluso que mamá se tiña el pelo o
papá se deje perilla puede darles un poco de miedo. Dejemos pasar un poco de
tiempo y todo volverá a la normalidad.
Es mejor no
dejarle llorando en su habitación
con la idea de que ya se le pasará, porque confirmamos su temor al abandono,
que es en realidad la base de su miedo. Podemos volver para que compruebe que
seguimos ahí, pero tratando de ampliar progresivamente los ratos que es capaz
de permanecer solo. La puerta abierta,
una luz en el pasillo o un peluche que le acompañe también serán de gran ayuda.
Sin duda, debemos DARLES MUCHOS MIMOS
Y COMPRENSIÓN. A esta edad, las explicaciones para
calmar sus miedos no sirven de nada porque todavía no son capaces de
comprenderlas bien. Por ejemplo, ante el miedo a las tormentas, podemos explicarle que no pasa
nada, que las nubes se están peleando. Podemos inventarnos un cuento muy
sencillo sobre el tema en el que todo se resuelva felizmente. Quizás lo
entienda a medias, pero nuestra presencia hará el resto. El juego y la risa son armas eficaces para combatir los miedos
infantiles.
No
hay que forzarlos, tenemos
que entender que el miedo es algo natural, sobre todo en los niños. No
hay que avergonzarles ni hacerles sentir que sus temores son incorrectos.
Debemos consolarles y transmitirles seguridad. Tampoco hay que obligarles a
enfrentarse a lo que les asusta. Aunque si con nuestro apoyo y protección
se sienten más valientes, hay que animarles. Si el niño no quiere que le coja
el rey mago pero se atreve a saludarle desde nuestros brazos, estupendo. No
debemos utilizar sus miedos para controlarles. Decirles "como no te
portes bien me marcho y te dejo solo", es cualquier cosa menos un buen
recurso educativo. Procuraremos no contagiarles nuestros temores. Si nos
asustan los perros, sería bueno que el niño estuviese acompañado por otra
persona que le inspire seguridad cuando nos encontremos con uno.
En fin… ¿quién no tiene miedo a algo?
Os recomendamos que seáis muy comprensivos con el tema y un simple abrazo
calmará el miedo.
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